10. Primer día de libertad





Durante el viaje cada uno estaba entregado a sus propios angustiosos pensamientos. Nina contemplaba el paisaje que solo hacía tres días lo había recorrido con su madre en dirección opuesta y se preguntaba por qué estaba ella viajando en aquel autobús huyendo de su madre, cuando hubiera deseado no tener ningún motivo para repudiarla y mantener una cariñosa relación con ella. ¿Era ese el mundo de los adultos? ¿Serían normales aquellas prácticas sexuales entre adultos y ella lo ignoraba? Ella no tenía la respuesta y tampoco creía que Nano la tuviera, porque él era tan inocente como ella.

Cuando el autobús se alejó del litoral y entró en la zona de los invernaderos, el sol de medio día se reflejaba sobre las inmersas superficies de plástico, Nina tuvo la sensación de que había dejado atrás un mundo mágico, de noches encantadas por la belleza de la luna reflejándose sobre un mar rizado por la brisa, y durante el día la sensación de tener los rayos del sol enterrados en las doradas arenas de la playa, y sentirlos en los pies descalzos durante los agradables paseos. En ese pequeño mundo todo era agradable y placentero; todo invitaba a vivir intensamente sin sentir nada que fuera molesto o desagradable. El mar era como un bálsamo para su espíritus doloridos, la playa un hogar para cuerpos cansados, e incluso los acantilados sugerían protección y encanto. Era una lástima no haber podido pasar unas agradables vacaciones con una madre sin nada que reprochar, tan inocente como era ella, porque Nina necesitaba rodearse de cosas bellas y amables. Por esa razón pudo componer sus primeras canciones; porque estaban flotando en aquel paisaje, solo tenía que sentirlo y escribirlo sobre una hoja de papel pautado.

Cuando llegaron a la estación terminal de autobuses, los planes para encontrar los amigos de Nano ocuparon su atención y se olvidó de todo lo que había dejado atrás. Era como si hubieran aterrizado en un país extraño, donde tenían que pensar como sobrevivir en un mundo que todavía no habían tenido tiempo de conocer.

Fue entonces cuando Nina fue consciente de su nueva situación. A partir de esos momentos tendría que aprender a sobrevivir sin contar con ayuda de nadie, excepto de Nano, que parecía tan preocupado y confundido como lo estaba ella. Por otro lado, su madre ya habría regresado al apartamento y leído su nota. ¿Cuál sería su reacción? Ellos no estaban lo suficientemente lejos como para sentirse a salvo. ¿Habría acudido a la policía? Para denunciarla, tendría que venir también ella a la capital de provincia. Tal vez ya estuviera en camino. Con el coche de su amante, llegaría mucho antes que con el lento circular del autobús, y tal vez estuviera al llegar o ya estaba allí. Por eso urgió a Nano para que salieran cuanto antes de aquella ciudad.

—¿No estás seguro de dónde se encuentran tus amigos? —preguntó Nina angustiada por la posibilidad de encontrarse con su madre en aquel concurrido lugar —Nano, vamos a cualquier sitio, pero salgamos de aquí. Mi madre podría aparecer en cualquier momento.

Apenas habían emprendido la aventura de su huida y ya se sentían prófugos y culpables de algún delito que no podían imaginar haber cometido. ¿Separarse de una madre inmoral era un delito? ¿Huir del corrompido mundo de los adultos era también un delito? ¿Vivir de acuerdo a su conciencia sin perder la inocencia, era un delito que debía merecer un castigo? Nina no tenía las respuestas, y tampoco se sentía capaz de juzgar su comportamiento. En esos angustiosos momento lo único que deseaba era encontrar un lugar seguro donde su madre no la pudiese encontrar.

—No estoy seguro de si mis amigos seguirán en el misma localidad donde actuaron el año pasado, pero hay un autobús nocturno que nos llevará hasta allí, —comentó Nano sin poder ocultar él también la misma preocupación—. Esperemos que la suerte nos acompañe y tu madre no se le ocurra venir hasta esta terminal cuando salga el autobús.

—¿Y dónde pasaremos la noche? —preguntó Nina, quien comenzaba a ser consciente de las dificultades de su escapada.

—No lo sé, Nina, pero el tiempo es bueno y las noches no son frías, tal vez encontremos un sitio resguardado en la playa donde pasar la noche. Mañana podremos buscar un lugar más adecuado.

—Nano, ¿crees que saldremos adelante con esta escapada, y que no nos veremos obligados a regresar?

—Nina, no te dejes llevar por el pesimismo, y no olvides las causas de nuestra huida. Superaremos todas las dificultades si creemos en nuestra inocencia.

—Perdona, Nano, soy una tonta, pero tengo miedo de la gente; pero también confio en ti. ¡Seguiremos adelante!

—Ahora tenemos que buscar un lugar donde ocultarnos.

Como dos fugitivos, Nina y Nano salieron de la terminal de autobuses. En aquellas primeras horas del atardecer el ambiente se había vuelto sofocante. Un sol abrasador seguía brillando despiadado y Nina, cargada con su pesada mochila y la guitarra, se sentía desfallecer y era incapaz de seguir el vigoroso paso de Nano.

—¡Nano, no puedo más, necesito descansar y beber algo. Creo que te has buscado una mala compañera de aventuras! Ya echo de menos algo de mi madre: ¡su coche!

Cruzaron un amplio y concurrido paseo y llegaron a un pequeño parque próximo al embarcadero, desde donde partían barcos con destino a localidades de la otra orilla del Mediterráneo. Se dejaron caer exhaustos sobre uno de los bancos y Nina parecía recobrar el aliento.

—Aquí estaremos a salvo —comentó Nano, inquieto por la debilidad de Nina—, mañana todo será diferente. Encontraremos a mis amigos y podremos descansar en algún lugar seguro. Tienes que hacer un último esfuerzo. Todo saldrá bien.

Nina se apoyó en el hombro de Nano, respondió con una débil sonrisa y agotada por el esfuerzo y el calor asfixiante se quedó dormida.

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