13.



El viaje nocturno

Al anochecer Nina y Nano se encaminaron de nuevo hacia la terminal de autobuses. El vuelo del padre de Nina tenía su llegada a la misma hora que la salida del autobús nocturno. Prácticamente se cruzaron con su madre cuando arrancaba su coche, aparcado cerca del parque, y se dirigía en dirección al aeropuerto. La suerte parecía confabularse con los dos adolescentes.

Nina se esforzaba por mostrarse animada, pero empezaba a sentirse como un niño encerrado en una habitación a oscuras. Al llegar a la terminal sintió miedo de los viajeros que esperaban para subir a su mismo autobús. La mayoría eran jóvenes emigrantes de algún remoto país africano. En sus rostros era visible el sufrimiento, la frustración y la tristeza por la añoranza de sus familias abandonadas y dejadas en una pobreza extrema, y que ellos intentaban desesperadamente solucionar, aun siendo indignamente tratados y explotados.

Por si esta triste imagen no fuera suficiente para desmoralizarla, estaba el deprimente espectáculo de las despedidas: padres abrazando a niños soñolientos y asustados, amantes exagerando sus afectos antes de su separación o hijos desgarrados de sus familias, que se enfrentaban a sus primeras vivencias de soledad.

Ella también se sentía marginada, separada violentamente de su familia, aprendiendo a ser adulta sin nadie que les mostrara el camino. Obligada a renunciar a los sueños banales de la adolescencia y cambiarlos por las pesadillas de los adultos.

—Nano, perdóname, pero tengo miedo de subir a ese autobús.

—¿Por qué, Nina? ¿De qué tienes miedo?

—No lo sé, Nano, pero tengo miedo. Toda esta gente parecen tan infelices. Todo es tan triste…, tan deprimente…

—Sí, esta pobre gente no tienen motivos para sentirse felices, pero no tienes por qué tenerles miedo, solo son desdichados pero no agresivos. Vamos, sube Nina, en el autobús estaremos más seguros. Tu madre podría aparecer en cualquier momento.

Nina se acomodó en un asiento junto a Nano y contemplaba sin ocultar sus temores al resto de los pasajeros que iban ocupando sus plazas. En los asientos del otro lado del pasillo se acomodó una joven de color con un bebé en sus brazos, que gimoteaba y la madre lo mecía susurrándole una canción que debía ser de su cultura local. A Nina le pareció una hermosa canción y al escucharla consiguió olvidarse de sus temores y sentirse más animada. Cuando el bebé se durmió, Nina preguntó a la joven madre donde había aprendido esa canción.

—Soy de un poblado del Senegal —respondió la joven madre en un aceptable castellano—. Es una canción tradicional, nadie sabe quién la compuso. La trasmitimos de madres a hijas:

—Y de qué habla la canción.

—¿Quiere conocer la letra?

—¡Sí, por favor!

—¡Pero no entenderá nada, es wólof!

—¿Puede traducirla?

—¡Lo intentaré!



«Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Soy feliz y pronto voy a crecer,
Creceré como todos los demás,
Como los elefantitos y las jirafitas,
Como todos los demás
Como los elefantitos y las jirafitas»



—Es muy bonita. Hasta yo me dormiría si me la cantasen.

La joven madre sonrió la gracia de Nina y volvió a susurrar la misma nana, porque el bebé no parecía conciliar el sueño.

—Sabes, Nano, voy a componer una nana. Una nana como me hubiera gustado que mi madre me la cantara, como esta joven se la canta a su bebé. Pero mi madre no sabe cantar. Nunca me meció con una nana; solo recuerdo haberme quedado dormida con el ruido del televisor.

—Si, Nina, deberíamos aprender muchas cosas de las gentes de lo poblados de África.

—Ahora me siento mejor. ¿Qué magia tiene el canto que alegra el alma y te hace ver las cosas con más optimismo?

—¡El canto es el lenguaje del alma!

Nina permaneció en silencio escuchando la canción de cuna de la joven madre, que le transportaba a su propia infancia. Se veía sobre los hombros de su padre, que le hacía sentirse grande y fuerte, o haciendo castillos en la arena con la ayuda de su madre, que se deshacían cuando llegaba a la playa alguna ola de una fuerza inesperada. Entonces las dos corrían para ponerse a salvo, su madre la cogía por los brazos y la levantaba por encima de la impetuosa ola. Nina se abrazaba a ella y se sentía a salvo segura en los brazos de su madre.

—Sabes, la canción de esta joven mamá me trae recuerdos felices de mi infancia, mi madre no siempre ha sido como la has conocido —le comentó a Nano—¡Parecíamos todos tan felices! ¡Y ahora estoy huyendo de la misma persona que me rescataba de las fuertes olas y me estrechaba entre sus brazos, donde yo me sentía segura y feliz! ¿Por qué, Nano?

—Nina, yo no tengo la respuesta, pero los seres humanos son imprevisibles e inconstantes.

—Entonces mis padres se querían y parecían felices. ¿Por qué se separaron? Mi madre era una mujer alegre y muy divertida. Hacía reír a mi padre con sus gracias. Cuando paseábamos por el parque, ellos iban siempre cogidos de la mano, y se besaban por cualquier motivo… Pero todo cambió cuando mi padre perdió su empleo. Sí; esa fue la causa… No hay otra explicación.

Nina interrumpió el relato de sus recuerdos porque el autobús iniciaba la marcha, y sintió que aquel enorme vehículo la separaba todavía más de la madre repudiada. Volvió a sentir una enorme sensación de vacío; de no pertenecer ya a ningún sitio y no tener ningún hogar donde refugiarse. Solo le quedaba Nano, le cogió del bazo y se recostó sobre su hombro.

—Nina, sigues teniendo miedo,.

—No, Nano, no es miedo, es tristeza. Siento como si al ponerse en marcha este autobús se quedaran atrás mis mejores recuerdos infantiles. No sé dónde vamos ni por qué estamos aquí, pero siento un enorme vacío y desolación.

—Piensas en tu madre.

—Sí, a pesar de todo, creo que siento afecto por ella, y seguro que estará sufriendo por mi huida.

—Quieres regresar…

—No, Nano, es solo nostalgia. Tal vez más adelante, pero ahora creo que debo seguir adelante. Presiento que nos esperan días felices, y yo tengo muchas ideas en la cabeza sobre nuevas canciones. Necesito sentirme libre...

—Los artistas hacemos del sufrimiento nuestra mejor fuente de inspiración…

—Sí, es verdad; las máEl viaje nocturno

Al anochecer Nina y Nano se encaminaron de nuevo hacia la terminal de autobuses. El vuelo del padre de Nina tenía su llegada a la misma hora que la salida del autobús nocturno. Prácticamente se cruzaron con su madre cuando arrancaba su coche, aparcado cerca del parque, y se dirigía en dirección al aeropuerto. La suerte parecía confabularse con los dos adolescentes.

Nina se esforzaba por mostrarse animada, pero empezaba a sentirse como un niño encerrado en una habitación a oscuras. Al llegar a la terminal sintió miedo de los viajeros que esperaban para subir a su mismo autobús. La mayoría eran jóvenes emigrantes de algún remoto país africano. En sus rostros era visible el sufrimiento, la frustración y la tristeza por la añoranza de sus familias abandonadas y dejadas en una pobreza extrema, y que ellos intentaban desesperadamente solucionar, aun siendo indignamente tratados y explotados.

Por si esta triste imagen no fuera suficiente para desmoralizarla, estaba el deprimente espectáculo de las despedidas: padres abrazando a niños soñolientos y asustados, amantes exagerando sus afectos antes de su separación o hijos desgarrados de sus familias, que se enfrentaban a sus primeras vivencias de soledad.

Ella también se sentía marginada, separada violentamente de su familia, aprendiendo a ser adulta sin nadie que les mostrara el camino. Obligada a renunciar a los sueños banales de la adolescencia y cambiarlos por las pesadillas de los adultos.

—Nano, perdóname, pero tengo miedo de subir a ese autobús.

—¿Por qué, Nina? ¿De qué tienes miedo?

—No lo sé, Nano, pero tengo miedo. Toda esta gente parecen tan infelices. Todo es tan triste…, tan deprimente…

—Sí, esta pobre gente no tienen motivos para sentirse felices, pero no tienes por qué tenerles miedo, solo son desdichados pero no agresivos. Vamos, sube Nina, en el autobús estaremos más seguros. Tu madre podría aparecer en cualquier momento.

Nina se acomodó en un asiento junto a Nano y contemplaba sin ocultar sus temores al resto de los pasajeros que iban ocupando sus plazas. En los asientos del otro lado del pasillo se acomodó una joven de color con un bebé en sus brazos, que gimoteaba y la madre lo mecía susurrándole una canción que debía ser de su cultura local. A Nina le pareció una hermosa canción y al escucharla consiguió olvidarse de sus temores y sentirse más animada. Cuando el bebé se durmió, Nina preguntó a la joven madre donde había aprendido esa canción.

—Soy de un poblado del Senegal —respondió la joven madre en un aceptable castellano—. Es una canción tradicional, nadie sabe quién la compuso. La trasmitimos de madres a hijas:

—Y de qué habla la canción.

—¿Quiere conocer la letra?

—¡Sí, por favor!

—¡Pero no entenderá nada, es wólof!

—¿Puede traducirla?

—¡Lo intentaré!



«Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Fatou oh, oh Fatou,
Como todos los niños del mundo
Soy Fatou, la bonita Fatou.
Soy feliz y pronto voy a crecer,
Creceré como todos los demás,
Como los elefantitos y las jirafitas,
Como todos los demás
Como los elefantitos y las jirafitas»



—Es muy bonita. Hasta yo me dormiría si me la cantasen.

La joven madre sonrió la gracia de Nina y volvió a susurrar la misma nana, porque el bebé no parecía conciliar el sueño.

—Sabes, Nano, voy a componer una nana. Una nana como me hubiera gustado que mi madre me la cantara, como esta joven se la canta a su bebé. Pero mi madre no sabe cantar. Nunca me meció con una nana; solo recuerdo haberme quedado dormida con el ruido del televisor.

—Si, Nina, deberíamos aprender muchas cosas de las gentes de lo poblados de África.

—Ahora me siento mejor. ¿Qué magia tiene el canto que alegra el alma y te hace ver las cosas con más optimismo?

—¡El canto es el lenguaje del alma!

Nina permaneció en silencio escuchando la canción de cuna de la joven madre, que le transportaba a su propia infancia. Se veía sobre los hombros de su padre, que le hacía sentirse grande y fuerte, o haciendo castillos en la arena con la ayuda de su madre, que se deshacían cuando llegaba a la playa alguna ola de una fuerza inesperada. Entonces las dos corrían para ponerse a salvo, su madre la cogía por los brazos y la levantaba por encima de la impetuosa ola. Nina se abrazaba a ella y se sentía a salvo segura en los brazos de su madre.

—Sabes, la canción de esta joven mamá me trae recuerdos felices de mi infancia, mi madre no siempre ha sido como la has conocido —le comentó a Nano—¡Parecíamos todos tan felices! ¡Y ahora estoy huyendo de la misma persona que me rescataba de las fuertes olas y me estrechaba entre sus brazos, donde yo me sentía segura y feliz! ¿Por qué, Nano?

—Nina, yo no tengo la respuesta, pero los seres humanos son imprevisibles e inconstantes.

—Entonces mis padres se querían y parecían felices. ¿Por qué se separaron? Mi madre era una mujer alegre y muy divertida. Hacía reír a mi padre con sus gracias. Cuando paseábamos por el parque, ellos iban siempre cogidos de la mano, y se besaban por cualquier motivo… Pero todo cambió cuando mi padre perdió su empleo. Sí; esa fue la causa… No hay otra explicación.

Nina interrumpió el relato de sus recuerdos porque el autobús iniciaba la marcha, y sintió que aquel enorme vehículo la separaba todavía más de la madre repudiada. Volvió a sentir una enorme sensación de vacío; de no pertenecer ya a ningún sitio y no tener ningún hogar donde refugiarse. Solo le quedaba Nano, le cogió del bazo y se recostó sobre su hombro.

—Nina, sigues teniendo miedo,.

—No, Nano, no es miedo, es tristeza. Siento como si al ponerse en marcha este autobús se quedaran atrás mis mejores recuerdos infantiles. No sé dónde vamos ni por qué estamos aquí, pero siento un enorme vacío y desolación.

—Piensas en tu madre.

—Sí, a pesar de todo, creo que siento afecto por ella, y seguro que estará sufriendo por mi huida.

—Quieres regresar…

—No, Nano, es solo nostalgia. Tal vez más adelante, pero ahora creo que debo seguir adelante. Presiento que nos esperan días felices, y yo tengo muchas ideas en la cabeza sobre nuevas canciones. Necesito sentirme libre...

—Los artistas hacemos del sufrimiento nuestra mejor fuente de inspiración…

—Sí, es verdad; las máEl viaje nocturno


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