6. La confesión



A primeras horas de la tarde regresaron su madre y su amante de la playa. Habían decidido volver a degustar una deliciosa parrillada de pescado y querían que Nina les acompañase. Nina no se pudo negar. Después de ducharse y refrescarse, acudieron al concurrido restaurante. La madre notó el nuevo cambio de humor de Nina y quiso saber la razón. Parecía como si su hija no fuera capaz de mantener el mismo estado de ánimo más de veinticuatro horas, y no sabía por qué.

—Nina, hija, esta mañana parecías la chica más feliz de este mundo, y ahora pareces la más desgraciada. ¿Por qué tienes esos cambios de humor? ¿Qué te ha sucedido ahora?

Nina hubiera deseado sincerarse con su madre y preguntarle por qué consentía en hacerse fotografías de su indecente comportamiento, pero no se atrevió.

—No es nada; es por este calor, ¡es muy agobiante!

—¿Por qué no vienes a la playa con nosotros?

—Tengo que terminar de hacer algunos arreglos en la canción que voy a cantar esta noche en el bar de Nano. Se lo he prometido...

—Hija, la música no es todo en la vida, también hay que distraerse un poco haciendo otras cosas.

Nina sabía ahora a qué se refería su madre con «hacer otras cosas», y le volvieron con crudeza las pornográficas imágenes del teléfono móvil.

Apenas probó el pescado, que en otras circunstancias le hubiera deleitado.

—¿Has aborrecido el pescado, Nina? Hace dos días te entusiasmaba, y hoy ¡ni lo has probado! ¡No estarás enferma!

—No, mamá, no tengo apetito, ya te he dicho que debe ser por el calor.

—Creo que después de una buena siesta, todos nos sentiremos mejor.

Al regresar al apartamento encontraron a Nano en la entrada del bar, pendiente de los clientes de las tumbonas. Nina se acercó a él para hablarle de su nueva canción.

—Nina, nosotros nos vamos al apartamento, puedes quedarte aquí, ya vendrás más tarde.

Nina trataba de describirle su nueva canción y Nano le prometió que haría los arreglos como había hecho con la primera canción. Estaba tan interesado en escuchar a Nina que no vio que algunos clientes estaban tratando de llamar su atención. Su jefe estaba observando su distracción y, malhumorado, recriminó a Nano su falta de atención.

—Nano, ya te advertí que no te distrajeras y abandonases a los clientes, pero veo que has hecho poco caso. Puedes hablar cuanto quieras con tu amiga, porque ¡estás despedido! Mañana pásate a por tu liquidación, recoge tus cosas y antes del medio día deja la habitación libre, que otros la ocuparán.

—¡Gracias! —replicó Nano indignado—, ¡no sabe el favor que me hace!

Nina se sentía culpable de aquel fulminante despido, lo que se añadía a su sentimiento de culpa de lo sucedido la noche anterior.

—Ha sido por mi culpa, Nano. ¿Dónde irás si te echan de tu habitación? Creo que mi madre aceptará que te quedes en nuestro apartamento hasta que encuentres una solución mejor. Ven, vamos a preguntarle.

Cuando llegaron frente al apartamento, una toalla roja colgaba de la barandilla de la terraza.

—Nano, tendremos que esperar, porque mi madre está ocupada en lo que parece que es ¡su diversión favorita!

—¿Y cuál es su diversión favorita?

—¡Acostarse con su amante tres o cuatro veces al día!

—¡Estás hablando de tu madre!

—¡Aunque me avergüence, así es! Pero no soy yo quién deba juzgarla... —Nina se tendió sobre la arena de la playa, contempló unos instantes el pálido reflejo de la luna en el mar y pidió a Nano que se sentara junto a su lado—. Supongo que debes saberlo. Antes de conocerte yo era una chica inocente, creía en la virtud y en la buena fe de la gente. Estaba convencida de que jamás aceptaría tener relaciones con un chico si no estaba enamorada. Cuando te conocí leí en tu mirada la misma inocencia y comprendí que éramos dos almas gemelas. Cuando supe que eras músico ya no tuve la menor duda de mis sentimientos. Me había enamorado de ti, y por eso surgió la primera canción... Pero tienes que saberlo... La misma noche de nuestro gran éxito yo debí perder la cabeza, porque fuimos con la pandilla de mi compañero de la academia de música a bañarnos en la playa... Y consentí hacer el amor con él. ¡Por eso yo ya no soy quién para juzgar a mi madre! ¡Ahora ya sabes por qué tenía aquel horrible aspecto cuando nos encontramos por la mañana!

Nano escuchaba la angustiosa confesión de Nina sin saber qué debía responder. Se sintió culpable por haber colaborado a su inesperado éxito. Sus temores se habían confirmado: ¡el éxito repentino la destruiría, pero había sucedido mucho antes de lo previsto!

—¡Nina, lo siento!

—¡Nano, vámonos de aquí! ¡Que mi madre se acueste con todos los amantes que le dé la gana! ¡Ya no soporto su presencia! Tú ya no tienes trabajo, nada te ata a este falso paraíso. Vivamos nuestra vida con inocencia. Nos ganaremos la vida cantando nuestras canciones en las calles de otras ciudades donde nadie nos conozca. Tú y yo solos, sin jefes ni amantes ni directores de discográficas ni tumbonas. ¡Solos tú y yo y nuestra música, no necesitamos nada más!

Nano se sentía profundamente confundido. Escaparse con Nina y vivir una vida de aventura y según su deseo le parecía una opción cercana al lo que debía ser el Paraíso. Pero sabía que no llegarían muy lejos, porque ninguno de los dos había alcanzado la mayoría de edad. No tardarían en localizarla y devolverla con su madre, a pesar de su conducta inmoral. En cuanto a él podía ser acusado de rapto o cualquier otro delito, si algún abogado mercenario se lo proponía.

Nina contemplaba el cielo donde brillaban débilmente las estrellas, apagadas por la bruma del agua evaporada del mar.

—Quiero ser libre y vivir mi vida tal como yo la entiendo. No soporto la falsedad, el engaño, el disimulo, la vanidad, la envidia, la codicia, la indecencia. Una madre no es solo quien te ha parido, sino quien te enseña a ser una persona para que puedas vivir tu vida dignamente... ¡Me gustaría ser capaz de volar y perderme entre esas millones de estrellas que hay en el universo y no volver jamás a poner los pies sobre este corrompido mundo!

—Nina, tal vez tu sueño pueda hacerse realidad...

—¿Nos escaparemos? ¿Hablas en serio?

—Sí, hablo en serio. Yo también estoy harto de todo esto. No estudio música y guitarra solo para cambiar de jefe.

Somos los artistas los que hemos hecho este mundo agradable. Pero de nosotros solo les interesa nuestras creaciones y nuestras ideas, pero nos los seres humanos. Sí, Nina, hablo en serio, nos escaparemos. ¡Vale más un solo día de libertad que cien años de esclavitud!

—¿Y dónde iremos?

—Tengo unos amigos que han formado un grupo musical para actuar los veranos en hoteles, yo formaba parte de ese grupo antes de venir a este pueblo. Ellos nos ayudarán y no están muy lejos de aquí. Yo tengo algún dinero ahorrado, suficiente para los viajes y, si no diéramos con ellos, podremos sobrevivir algún tiempo.

—¿Y cuándo nos vamos?

—Mañana mismo. Tu madre y su amante irán seguramente a la playa. Quédate en el apartamento con alguna excusa, y aprovecha para coger tus cosas, solo lo imprescindible y que quepa en tu mochila. Después reúnete conmigo en la parada del autobús que sale de aquí a las 12:30. ¿De acuerdo?

—¡De acuerdo, Nano, allí estaré!

—¡No te olvides de tu guitarra!

—¡Por supuesto, ella va siempre donde yo voy!




1 La última noche

Nina entró en el apartamento con la inquietante sensación de que su madre pudiera descubrir sus planes de escapada, o sugerir cualquier cosa que le impidiese encontrarse con Nino al día siguiente, según lo acordado. Su madre estaba recostada en el sofá, junto a su jefe, que vestía simplemente con un traje de baño. Ella vestía una de sus ligeras batas de seda. Nina no tenía ganas de hablar, solo deseaba retirarse a su habitación y pensar sobre la escapada del día siguiente. Su madre volvió a notar el cambio de humor de su hija. Ahora parecía como si estuviera ausente, concentrada en sus pensamientos, lejos de allí.

—¿Nina, ha gustado tu nueva canción? ¡No pareces muy contenta!

—Mamá, esta noche no he cantado.

Nina se sentía violenta, y no podía borrar de su mente las imágenes, en las que participaba aquel hombre. Su sola presencia le repugnaba. No era desde luego un hombre atractivo. Tenía ya un incipiente abdomen. Apenas tenía vello y su piel era pálida y lechosa, en general era un hombre vulgar y, para ella, incluso repugnante. ¿Cómo podía su madre sentir una apasionada atracción física por él?

La madre supuso que su cambio de humor tendría que ver con el tiempo que estuvo esperando a que ellos terminasen de hacer el amor.

—No estarás enfadada conmigo por encontrarte con la toalla roja. Yo suponía que tu llegarías más tarde.

—Está bien, mamá, no estoy enfadada.

—¿No quieres contarnos cómo te va con Nano?

—No hay nada que contar de lo que tú te imaginas, ¡solo somos amigos, pero no amantes!

—Solo es una niña —interrumpió el jefe—, todavía no tiene edad para pensar en esas cosas.

Aquel inapropiado comentario la indignó. Era lo suficientemente mayor para condenar su comportamiento.

—¿Cuándo cree usted que las niñas piensan en esas cosas?

—Yo no lo sé, eso tu madre lo sabrá.

—¡Mi madre no sabe nada sobre niñas!

—Nina, ¿qué quieres decir con eso?

—Nada, mamá, era solo un comentario que me ha venido a la cabeza…

—Tú no apruebas mi relación con tu madre, ¿verdad, Nina? —le preguntó el jefe.

Después de su comportamiento de la noche anterior, Nina no podía responder a esa pregunta.

—Yo no soy quién para aprobarla o condenarla, ¡todavía soy una niña para entender de esas cosas!

—No te caigo bien, ¿verdad?

—A quien tiene que caerle bien es a mi madre, lo que piense yo no tiene importancia. Mi madre nunca me pide mi opinión.

Nina pensaba que aquella sería posiblemente la última vez que hablaría con su madre, porque estaba segura de que su escapada resultaría un éxito y nunca volvería con su repudiada madre.

Nina no deseaba seguir aquella conversación y salió a la terraza. Se recostó sobre una hamaca y se entregó a sus excitantes pensamientos de todo los que pensaba hacer cuando fuera libre y lejos de la negativa influencia de su madre.

¿Cómo reaccionaría cuando supiera que se había escapado? ¿Denunciaría su escapada a la policía para que fueran en su búsqueda? ¿Y qué le sucedería a Nano, le acusarían de algún delito por el que pudiera ser recluido en un reformatorio?

Debía escribir una nota, tratando de justificar su huida y que le dejara vivir su vida como ella deseaba. Tal vez debía mencionar las fotografía pornográficas del móvil, eso sería un buen argumento para que no denunciara su huida a la policía. Ningún juez le daría su custodia con ese comportamiento inmoral. Sí, eso sería una buena coartada para ponerse a salvo y proteger a Nino. No tendría más remedio que aceptar los hechos y permitirles vivir su vida. En cuanto a su carrera musical, ya sabía lo suficiente como para escribir sus canciones y Nano podría ayudarle a perfeccionar su estilo. Lo que ahora necesitaba es adquirir experiencia en la calle, o en los cafés, que ella había comprobado que era la mejor escuela.

Si quería escaparse tendría que renunciar a muchas cosas, porque, como le había pedido Nano, solo podría llevarse lo que pudiese caber en una mochila. ¿Se puede vivir solo con lo que cabe en una mochila? ¡Pronto lo sabría! De nuevo la luna se reflejaba en un mar en calma, y los acantilados semejaban cabezas de gigantes marinos en permanente lucha con el mar. Nina improvisó unos versos sobre aquellas gigantescas figuras, que sería el tema de una nueva canción:




Surgen del mar gigantes dormidos

y despiertan lentamente sus sentidos




para ver la luna reflejarse en el mar

y las estrellas en el cielo ver brillar




Surgen del mar gigantes dormidos

y despiertan lentamente sus sentidos




para ver el amanecer en el mar

y ya despiertos poder soñar




Surgen del mar gigantes dormidos

y despiertan lentamente sus sentidos




para ver que tú estás conmigo,

porque tú eres mi mejor amigo.

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