27. La noticia





Oana sabía que Nina podía estar embarazada, a pesar del testimonio de Nano, y llamó a Sofía para informarle de la situación.

—¡Santo cielo, es lo que más temía, esta niña embarazada! Pero no ha sido en mi casa, porque debía de estarlo ya cuando llegaron. Ahora mismo cojo el coche y voy a buscarlos. No pueden permanecer ni un día más en mi casa.

Sofía estaba profundamente contrariada, pero al mismo tiempo sentía compasión por Nina, porque estaría pasando unos momentos muy difíciles y muy dolorosos, y necesitaba alguien que la consolara y no la hiciera sentirse todavía más culpable.

¡Pobre chica, me imagino lo mal que lo debe estar pasando! Cálmate, Sofía, eso puede pasarle también a tu propia hija, y no reaccionarías de esta manera. Esa chica necesita apoyo, no censura… Pero tengo que informar inmediatamente a sus padres de la situación. Supongo que ellos sabrán mejor que yo qué hacer en esta delicada situación...»

Sofía escribió un escueto mensaje, porque no quería alarmarles:

«Estimados padres de Nina, creo que su hija desea volver con su madre. Les ruego que vengan a buscarla lo antes posible, un abrazo, Sofía».

El ladrido de los lebreles avisó a Oana de la llegada de Sofía. Nina descansaba en el dormitorio de huéspedes, recuperándose de las dolencias de su probable embarazo, y Nano permanecía en el amplio salón rasgando con desgana la guitarra, sin poner interés en las improvisaciones que solía interpretar en el piano-bar. No podía apartar de su mente la propuesta de Nina, que él había aceptado. Cuando escuchó la llegada del automóvil acompañado por el ladrido de los perros, supuso que sería Sofía. Dejó la guitarra y se mentalizó para mentir con la suficiente convicción como para que no hubiera ninguna duda sobre su responsabilidad en el embarazo de Nina.

Sofía preguntó a la compungida Oana su opinión sobre el estado de Nina:

—Señora, yo creo que está embarazada, pero Nano asegura que no es posible, porque..., ya me entiende…

—¿Dónde está Nina? ¿Se encuentra bien?

—Está descansado arriba en el dormitorio de invitados: Solo tiene las molestias del embarazo, ¡pero es tan joven:..!

.¿Y Nano:..?

—Lo he visto en el salón, debe seguir allí.

—Tengo que hablar con él sin que Nina esté presente. Quiero saber la verdad.

Nano había escuchado la conversación de las dos angustiadas mujeres y salió a reunirse con ellas con una fingida expresión de culpabilidad:

—¡Nano, vamos a dar un pequeño paseo. Quiero que me cuentes lo que sucede.

Nano obedeció con docilidad y ambos se adentraron por un sendero entre los naranjales. Sofía fue directa y le preguntó sin titubeos:

—Nano, ¿te habías acostado con Nina antes de venir a mi casa? ¡Dime la verdad, porque sus padres tienen que saber quien ha dejado embarazada a su hija!

Nano tuvo que hacer un gran esfuerzo para cumplir con la promesa que había hecho a Nina, y contestó tratando de mostrar firmeza y sin vacilación:

—¡Sí, es cierto, yo soy el responsable! Pero no creíamos que pudiera quedarse embarazada, no eran los días…

—¿Y qué piensas hacer?

—No lo sé. Supongo que debo hablar con su madre. Haré lo que deba hacer. Ya he dicho que soy el responsable.

—Su madre vendrá hoy mismo a recogerla. ¿Qué dice Nina sobre su embarazo?

—Está pensando en abortar.

—¿Y tú que opinas?

—¿Qué quiere que opine? Es su cuerpo el que tiene el embrión, no el mío. ¡Haré lo que ella decida!

—Todo esto es un desgraciado asunto…

—Sí, Nina lo está pasando muy mal. Ella no se esperaba esto.

Sofía y Nano regresaron a la casa y se encontraron con Nina, que se había recuperado y jugaba con los gatos sobre la gran mesa de la entrada. Al ver venir a Sofía y Nano supuso que habrían estado hablando de su embarazo:

—Nina, he sabido lo de tu embarazo —le dijo Sofía mostrándose compasiva—. Debes sentirte muy mal. ¡Eres demasiado joven para ser mamá!

Nina no contestó, bajó la cabeza avergonzada, y siguió jugando con los gatos, porque no sabía que responder.

—Tu madre vendrá hoy para llevarte con ella, y entre las dos decidiréis qué hacer… Nano no se ha portado con mucha sensatez, ¡pero ya no tiene remedio!

Nina cambió una expresiva mirada con Nano, y sintió remordimientos, pero tenían que continuar con aquella farsa, porque estaba determinada a abortar y no podía arriesgarse a que los padres de Marc pusieran algún impedimento.

«

«¡Pobre Nano —pensó apesadumbrada—, no sabe mentir!»

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