29. La reconciliación
Cuando llegaron al gran paseo marítimo donde estaba la casa de Sofía, Nina y Nano ya habían regresado del caserío del naranjal y esperaban la llegada de su madre en el jardín. Laura supuso que estarían allí y se detuvo a una prudente distancia.
—Bájate aquí, Sergio, Nina puede estar esperándome en el jardín de la casa. Espera quince minutos y te reúnes con nosotras. ¡Nina se llevará la gran sorpresa de su vida!
Laura prosiguió el viaje hasta la casa y se sentía profundamente inquieta por saber cuál sería la reacción de su hija en el reencuentro. Aparcó el coche frente a la puerta del jardín y se dijo así misma: «Bueno, Laura, ha llegado el temido momento de recuperar o perder a mi hija».
Pero apenas había salido de coche, Nina salió a su encuentro y para su sorpresa, se abrazó a ella y, al borde del llanto, le susurró.
—¡Mamá, lo siento!
Laura no supo cómo reaccionar ni qué contestar. Abrazó a su compungida hija y permaneció en un emotivo silencio. «Sí, me ha perdonado!» —pensó, haciendo un gran esfuerzo por evitar también ella el llanto.
Nina seguía abrazada a su madre cuando llegó Sergio, que había contemplado la emotiva escena. Se acercó a ellos, puso sus manos sobre el hombro de Nina y le susurró al oído.
—Nina, hija, ya ves que tu madre te quiere. Me alegra que la hayas perdonado. ¡Todos hemos cometido errores…
Nina se volvió sorprendida al escuchar la voz de su padre.
¡Papá, estás aquí, con mamá! ¿Qué ha pasado?
—Nada, Nina, solo que tu madre y yo nos hemos reconciliado. ¡Y ha sido gracias a ti, Nina!
Sofía y Nano habían contemplado también el feliz reencuentro de madre e hija, pero temían que aquella momentánea felicidad tuviese un final amargo cuando trataran el penoso tema del embarazo.
Cuando padres e hija se calmaron del emotivo encuentro, Sofía intervino, invitándoles a pasar al interior de la casa.
—Ha sido un maravilloso reencuentro, y no saben cómo me alegra que Nina haya superado su desafecto por usted y vuelvan a ser una familia unida, pero ahora deben ser realistas y afrontar el embarazo de su hija. Me he tomado la libertad de llamar a un ginecólogo amigo de la familia para que la examine y nos diga como se encuentra su hija. No tardará en llegar. Por suerte para ustedes el padre, aunque algo irresponsable, está aquí y no pondrá impedimentos por la decisión que tomen respecto a su hija.
Nano se sintió aludido y quiso disculparse ante los padres de Nina.
—Sí, yo soy el culpable del embarazo de Nina, no me he comportado como debía, lo siento, pero estaré de acuerdo con lo que decidan sobre ella.
Nina escuchó aquella falsa acusación sin poder evitar un profundo sentimiento de culpa, por haber pedido a Nano que asumiera su embarazo. Pero los padres de Nina ya conocían el verdadero padre.
—Nano, debes querer mucho a nuestra hija —respondió el padre de Nina—, porque estás dispuesto a asumir una paternidad de la que tú no eres el responsable.
Nina se inquietó por la respuesta de su padre.
—¿Qué quiere decir? —preguntó asombrada Sofia.
—Que Nano no es el padre, sino Marc, su compañero de estudio de música. Lo gestaron la noche del triunfo de Nina en el piano-bar. Se lo escuchamos decir al mismo Marc.
Nina no pudo evitar el llanto por el descubrimiento de su engaño, y exclamó entre sollozos.
—Sí, papá… yo le pedí que lo hiciera… Yo no quiero que Marc sepa de mi embarazo… porque yo quiero abortarlo… y temo que los padres de Marc pongan algún impedimento… Nano es muy bueno… Yo se lo he pedido.
Sofía estaba asombrada por aquella inesperada revelación, y se apresuró a disculparse al confundido Nano.
—Te pido mil disculpas, Nano, la verdad es que yo no lo podía creer. ¡Eres un gran amigo y una gran persona!
La oportuna llegada del ginecólogo puso fin a aquella dramática confesión.
—¿Qué sucede, Sofía? ¿Quién está enfermo? ¿Es tu hija?
—No, no es nadie de mi familia, es la hija de estos amigos míos. Quiero que la examines y nos digas cómo se encuentra.
—Está embarazada —intervino la madre de Nina.
—¿Esta jovencita embarazada?
Nina sintió nuevos deseos de llorar y se abrazó a su madre avergonzada.
—Estas cosas pasan… —comentó Sofía conciliadora.
—Está bien, ¿podemos usar una habitación?
—Ya conoces la casa. Usad el dormitorio de invitados.
—Vamos, pequeña. Veremos como esta ese embarazo:
Nina estaba tratando de serenarse y no parecía querer desprenderse de los brazos de su madre.
—Ve, hija, acompaña al doctor —insistió el padre —. Es mejor que sepamos cómo te encuentras antes de regresar a casa.
Nano también le sugirió que acompañara al paciente doctor.
—¡Ahora te toca a ti ser valiente!
Nina se desprendió de los brazos de su madre y secándose las lágrimas, acompañó al ginecólogo resignada.
—No temas, niña, no te pondré ninguna inyección ni te pincharé para hacerte un análisis de sangre. Solo vamos a ver cómo está ese embarazo.
Cuando salieron del salón, Sofía preguntó al afectado padre de Nina:
—¿Han pensado lo que harán?
El padre de Nina cambió una significativa mira con Laura, que parecía estar confusa.
—La verdad es que no sabemos qué hacer. Es una situación muy complicada. Nina es demasiado joven para ser madre, pero un aborto podría causarle un trauma de por vida. ¿Qué haría usted en nuestro lugar?
—Yo tampoco tengo la respuesta —contestó Sofía confundida —. Es un terrible dilema en el que no me desearía encontrar.
Guardaron un significativo silencio en el que todos parecían reflexionar sobre una posible respuesta.
—Creo que voy que voy a preparar café, ¿o prefieren una cerveza?
Todos aprobaron el café y Sofía salió del salón, dejando solos a Nano con los padres de Nina.
—Nano, Laura me ha dicho que eres un gran guitarrista. ¿Habéis hecho planes Nina y tú sobre la música? —preguntó el padre de Nina al afectado Nano.
—Sí, habíamos pensado que Nina compusiera suficientes temas para grabar un compacto… Nina tiene un gran talento musical… pero... —Nano se interrumpió, porque no quería reconocer que tal vez Nina era demasiado joven para asumir los riesgos y las nuevas situaciones que podían crearse ante un posible éxito.
—¿Pero qué, Nano? —preguntó Laura.
—Me temo que Nina es demasiado joven para enfrentarse a un posible éxito… Creo que sería mejor dejar pasar algún tiempo. Además, ahora con su embarazo tendrá que olvidarse sobre todos los planes que habíamos hecho…
Sí, eso me temo —dijo el padre —, yo también pienso que Nina no está emocionalmente preparada para asumir esa responsabilidad. ¿Has pensado qué harás tú sobre Nina? ¿Sois algo más que amigos?
—No se preocupe por mí… Nina no está enamorada, solo me admira como músico. Se olvidará pronto de mí…
Sofía llegó con el café interrumpiendo las dolorosas declaraciones de Nino. Instantes después entraron en el salón Nina y el doctor. Para sorpresa de todos, Nina apareció sonriente, y volvió a abrazarse a su confundida madre.
—Y bien, doctor, ¿cómo se encuentra nuestra hija?
—¡Nunca había examinado a un paciente con mejor estado de salud. ¡Su hija está perfectamente bien!
—¿Y su embarazo? —preguntó Laura, sin salir de su asombro.
—¿Qué embarazo? ¡Su hija no está embarazada!
—¡Pero los síntomas…!
—¡Ah, los síntomas! Su hija ha padecido lo que en la jerga médica llamamos una pseuciesis, un embarazo psicológico. Tenía tanto miedo a haberse quedado embarazada que ella misma se provocó los síntomas. Pero no estén preocupados, no hay tal embarazo, pero podrá estarlo cuando ella lo desee, porque goza de unas excelentes facultades físicas para la maternidad. ¡Cuando le llegue el momento, claro está!
—Sí, mamá, ¡no estoy embarazada! —exclamó Nina eufórica de alegría.
—¡Gracias a Dios que todo ha sido un susto! —dijo el padre de Nina, sin ocultar su alegría por la feliz noticia.
Nano estaba también conmocionado y sintió profundamente aliviado. Nina se acercó a él y le confesó emocionada.
—Nano, nunca olvidaré tu noble gesto, pero creo que llevabas razón, ¡soy demasiado joven para lo que nos habíamos propuesto! Ha sido un sueño maravilloso, pero tengo que despertar y tú tienes que pensar en tí mismo y en tu carrera. ¡Eres un gran músico y creo que no debes sacrificarte por mí!
—¿Qué piensas hacer, Nina? —preguntó Nano tratando de contender su tristeza.
—No lo sé, Nano, pero tengo necesidad de sentirme parte de mi familia, ahora que mis padres se han reconciliado. Necesitaré algún tiempo para volver a pensar en la música. Solo deseó regresar a casa, con mis padres. No puedo pensar en nada más.
—Lo comprendo.
—¿Y qué piensas hacer tú?
—Ah, yo; tampoco lo sé, pero creo que aprovecharé una beca para estudiar guitarra contemporánea en Londres. Me han notificado que he sido admitido en una reputada institución musical…
—¡Qué interesante!
Nano intentó sonreír, pero su amargura se lo impedía.
—No estés triste, Nano, puede que el destino nos vuelva a unir, pero ahora nos tenemos que separar…
—Sí, Nina, supongo que debe ser así… Yo tampoco te olvidaré. Afortunadamente, me quedan tus canciones…
Nina besó a Nano y se reunió con sus padres.
Sofía se acercó al desconsolado Nano y le propuso que se alojase en su casa hasta que decidiera qué hacer, o a dónde ir.
—Comprendo tu estado de ánimo, sé que quieres a esa chica, pero la vida da muchas vueltas. ¡Quién sabe lo que os deparará el destino! Ahora Nina necesita una familia. La música puede esperar… —Nano asintió con un resignado gesto de cabeza —. Puedes quedarte en mi casa hasta que decidas lo que quieres hacer.
El padre de Nina se acercó también a Nano y le ofreció un cheque:
—Nano, quiero que aceptes esta ayuda, porque Nina te ha hecho perder tu empleo y lo necesitarás para proseguir tus estudios de música.
—Gracias, pero no puedo aceptarlo; fue idea mía el escaparnos.
—¡No, Nano, fue mía! ¡Yo te pedí que huyéramos! ¡Acepta lo que te ofrece mi padre!
—Bueno, creo que ha llegado el triste momento de las despedidas —comentó Laura—. Tenemos que marcharnos ya.
Nina cogíó del brazo a Nano, y salieron juntos al jardín.
—Nano, nunca te olvidaré, porque siempre que contemple el mar me acordaré de ti, porque... «Tus ojos son del color del mar»…
—»Y tus caricias como las olas que vienen y van» —continuó Nano. Poco después veía a Nina alejarse en el automóvil de su madre, que le saludaba con un enérgico gesto de despedida. Sofía se acercó a él y le comentó:
—Hace dos años yo también despedía un ser querido, ¡pero él nunca regresó!
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