8. La nota de despedida




A la mañana siguiente, tal y como había previsto Nano, la madre de Nina y su amante se prepararon para pasar la mañana en la playa. La madre insistió en que Nina les acompañase.
—Nina, hija, ¿por qué no vienes a la playa tú también? Volveremos a casa y tú seguirás tan pálida como si no hubieras estado en la playa.
—Tal vez mañana, hoy quiero volver a componer una canción. Tengo que aprovechar ahora que estoy inspirada.
—Como quieras; tú sabrás por qué no vienes con nosotros, pero creo que no es por componer canciones, sino porque sigues sin aceptar mis relaciones con mi jefe. ¿Por qué no eres un poco más comprensiva? No es tan mala persona como tú supones.
Nina no pudo evitar indignarse, porque ella sabía qué clase de individuo depravado era su jefe.
Por fin salieron del apartamento dejándola sola y sumida en una angustiosa sensación. Tenía que tomar una grave decisión que podía marcar su destino, pero no estaba dispuesta a renunciar. Ahora tenía que escribir la nota de despedida, en la que quedase bien claro que la culpable de su huida era ella.
Salió a la terraza y escribió en el dorso de una hoja de pauta:


«Mamá, cuando leas esta nota Nino y yo ya estaremos lejos de aquí. No puedo tolerar ni un día más tu irresponsable comportamiento y he decido escaparme con Nano, para que juntos podamos vivir de acuerdo a nuestra conciencia.
Quiero que sepas que, por desgracia, pude ver en el móvil de tu jefe fotografías tuyas que me escandalizaron y me hicieron tomar esta grave decisión.
No intentes buscarme o denunciar mi escapada a la policía, porque entonces me veré obligada a mencionar la existencia de esas fotografías, y estoy segura de que ningún juez te volvería a darte mi custodia.
¡Lo siento, mamá, pero tú te lo has buscado!
Nina.»
La dejó sobre la gran mesa del salón. Sentía una gran tristeza por tener que tomar aquella grave decisión, porque sabía que su madre se sentiría profundamente afectada y no sabía cuál sería su reacción. Por muy mala madre que fuera, su huida le causaría un profundo sentimiento de culpabilidad, y lo más probable es que intentase averiguar dónde podría haber ido. Con toda probabilidad, cancelaría aquellas conflictivas vacaciones, pero lo más probable es que no volviese hasta no dar con su paradero y regresar juntas otra vez. ¿Le serviría al menos de lección?
A medida que se aproximaba la hora de su encuentro con Nino crecía su inquietud y era mayor su sentimiento de culpabilidad. Por un momento estuvo decidida a no seguir adelante con el plan, acudir a su cita con Nano y disculparse. Estaba segura de que él lo entendería y le perdonaría, pero al recordar una vez más las fotografiás de su madre, se dijo a sí misma que su huida estaba plenamente justificada.
Recogió lo que le parecía imprescindible, lo metió en su mochila, y ya en la puerta se detuvo unos instantes, contempló con tristeza la nota de despida y se dijo a sí misma como en un susurro:
—Adiós, mamá, no podemos seguir juntas. Perdóname si me equivoco… —y salió del apartamento sin poder evitar un amargo sollozo.
Nino había cobrado la liquidación de su empleo y esperaba ya en la parada del autobús. Miraba angustiado el lado de la calle por donde debería aparecer Nina. No estaba seguro de que finalmente ella acudiera a la cita, y tampoco quería pensar en las consecuencias de aquella dramática huída. Nina llegó a la parada del autobús a la hora prevista. Al encontrarse con Nano, se abrazó a él y le susurró profundamente angustiada:
—¿Estamos haciendo lo correcto, Nano? Yo estoy confundida. Sé que debo hacerlo, pero…?
—Nina, puedes volverte atrás si lo deseas, ¡todavía estás a tiempo!
—No, Nano, ya he tomado la decisión, y si tú estás de acuerdo, podemos subir ya al autobús.
Quince minutos más tarde el autobús emprendía la marcha en dirección a la capital de la provincia. Cuando remontaron la suave loma desde donde se contemplaba la localidad, Nina, la contempló por última vez, y exclamó:
—Es un precioso pueblo, espero que algún día podamos volver y no recordar estos amargos días, pero solos tú y yo, ¡como si fuéramos los últimos habitantes del planeta!
Y se abrazó a Nano, que sentía la tristeza de Nina, por lo que comprendió que era mejor permanecer en silencio.

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