22. El paseo





Después de la reparadora siesta, Nina y Nano decidieron dar un largo paseo por la finca entre los naranjales. En el cielo se formaban cúmulos con formas alargadas y caprichosas, que se cargaban de humedad, tornándose grises. Los lebreles correteaban a su alrededor, entre ruidosos ladridos, que manifestaban así su entusiasmo por el paseo.

—Sabes, Nano —dijo Nina con un gesto de preocupación—, yo siempre he soñado con ser una gran cantautora, pero a veces tengo miedo de no saber cómo comportarme si lo consiguiera. Después del éxito en el piano-bar perdí la cabeza… puede que sería mejor que ni siquiera lo intentase. Ahora sé que es verdad lo que tú decías: el éxito demasiado rápido perturba la mente, y cometemos muchas tonterías. ¿Tú qué piensas, Nano?

—Lo que yo piense no cambiará las cosas; tú ya estás decidida a conseguirlo y nada ni nadie podrá disuadirte de intentarlo, y yo estoy seguro de que lo conseguirás.

—Pero tengo miedo…

—¿Miedo de qué, Nina; miedo de ti misma?

—Sí, cuando me aplaudieron en el piano-bar después de cantar la canción, me sentí por encima de ellos. No sé cómo explicarlo, era como si su admiración por mí les hacía sentirse a ellos inferiores, porque ellos no merecían un aplauso. Yo les recordaba lo insignificantes que eran. No sabía si toda esa gente me admiraban o me envidiaban.

—Es el precio de la fama…

—La pandilla de Marc me adoraban la noche de mi actuación, pero al día siguiente se olvidaron de mí y ni siquiera me invitaron a la fiesta que daba uno de ellos.

—Cuando alguien destaca los sentimientos son encontrados, lo admiran porque les gusta, pero en el fondo lo detestan, porque a la vez su admiración les anula su voluntad. Por eso tenemos que hacer nuestro trabajo sin esperar el aplauso, que está envenenado.

—Entonces, Nano, ¿crees que debería renunciar a mi ambición de ser una gran cantautora?

—No, Nina, tú tienes que seguir fiel a tu intuición, por que tú no eres culpable de la debilidad y simpleza de los demás.

—¡Nano, eres un gran amigo, solo tú me entiendes!

—Si, lo sé; y lo lamento…

—¿Qué quieres decir?

—Nada, Nina… pero ahora vamos a disfrutar de este paseo.

Recorrieron el lado norte de la finca, la que había sido recientemente plantada, hasta llegar a una colina, desde donde se contemplaba una espectacular vista de la meseta desigual, con los caseríos rodeados de los naranjales en perfecta alineación y cargados de frutos tempranos. Todavía quedaban floraciones de azahar, que desprendían su embriagador perfume. Nina sintió que aquel perfume le sugería la letra de una nueva canción, e improvisó unas pocas estrofas:



La flor del azahar,
que embriaga mis sentidos,
me trae tristes recuerdos
de mis amores perdidos.
Ayer era mi perfume preferido,
hoy es el perfume más dolido

La flor de azahar
perfuma la noche estival,
pero tú no estás conmigo,
y no sé por qué te has ido.

Cielo, oye esta canción desesperada,
y vuelve de donde te hayas ido
oye esta canción desesperada
y vuelve para estar conmigo

La flor del azahar,
que embriaga los sentidos,
me trae tristes recuerdo
de mis amores perdidos.



—¿Qué te parece, Nano?

—Nina, ¿de dónde surge tu inspiración? Apenas llevamos unas horas en este maravilloso lugar y ya has compuesto la letra de dos canciones!

—No lo sé, Nano, pero todo lo que veo me está diciendo algo; porque todo es natural y tiene su mensaje particular y su propia belleza.

—Entonces, ¿por qué son las letras tan tristes?

—La tristeza es tan bella como la alegría. Los que no son bellos ni alegres son el dolor, el sufrimiento o la depresión, pero la tristeza puede inspirarte la misma belleza que la alegría. ¿Comprendes?

—Sí, por supuesto, pero ¿qué motivo tienes para estar triste?

—¡Mi madre!

—Sigues pensando en ella. Te sientes culpable.

—En cierta manera, sí. Después de lo que sucedió en la playa, el día de mi actuación, creo que comprendo que ella no tenga voluntad para rechazar a sus amantes. ¡Tampoco la tuve yo para rechazar al mío, y no estaba enamorada! Tal vez me comporté como una ingenua adolescente, que no sabe nada de pasiones, ni de deseos.

—¡Solo tienes 15 años!

—Lo sé, pero los últimos acontecimientos me han hecho adulta. ¡Ya no soy la misma Nina que viajaba con su madre a un lugar de vacaciones! ¡Soy la Nina que se ha acostado con un chico solo por el placer, como hace mi madre!...Tienes que perdonarme. Nano, sé que no debía hacerte a ti estas confidencias, pero tú eres mi amigo y sé que puedo confiar en tí.

—¡Sí, desgraciadamente! —murmuró Nano apesadumbrado, sin que Nina lo escuchase.

—Pero ahora no quiero estar triste, porque tenemos mucho trabajo por hacer. Volvamos a la casa, quiero poner música a esta nueva canción.

—Y yo escribiré los arreglos para que sea perfecta.

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