20. El arrepentimiento




Los padres de Nina decidieron esperar la respuesta de su hija. Después de desayunar, intentaron calmar su inquietud dando un largo paseo por la playa. El rocío de la mañana había dejado sobre las escasas plantas que bordeaban la solitaria playa una vivificante humedad. El mar estaba en una calma inusual, y apenas se escuchaba el rumor de la arena deslizarse con el rebufo de las escasas olas. Caminaban en silencio, pendientes del sonido del teléfono móvil.

Laura se sentía bien paseando por aquel maravilloso entorno con el hombre del que se enamoró, no con el que se divorció.

—Sergio, ¿puedo preguntarte qué ha sido de tu vida en estos últimos diez años? Tengo que confesarte que me ha sorprendido tu cambio de personalidad. Te encuentro más interesante y, tengo que decirlo, ¡también más atractivo! En cambio yo me siento mucho más vieja, gorda y fea…

—No estoy de acuerdo, Laura, para mí sigues siendo la misma que conocí desde que éramos unos niños. Con la que me casé, y la misma que jugaba con Nina en la playa.

—Gracias, Sergio, eres muy amable, pero estás mintiendo. ¡Ya no soy la misma, porque he hecho cosas que me han marcado y anulado mi dignidad, y que no tienen reparación posible… Pero háblame de ti. ¿Te has vuelto a casar?

—No, Laura, no me he vuelto a casar, porque yo nunca me he sentido divorciado, solamente separado. Siempre he pensado que si superaba mi depresivo estado de ánimo, te podría recuperar. Yo soy un hombre de una sola mujer. Lo que hecho estos diez años ha sido buscar un empleo que me librase de mi ansiedad y falta de estímulos, lo que había sido la causa de nuestro divorcio. Después de muchos esfuerzos, conseguí un nuevo empleo y, desde entonces no pasaba un solo día sin que no pensara en nuestra posible reconciliación. Creo que yo siempre he estado enamorado de ti. Incluso después del divorcio.

Laura sintió que su corazón rebosaba de felicidad, porque no esperaba que su ex-marido siguiera sintiendo afecto por ella. Esperaba que estuviera casado, e incluso que tuviera hijos y hubiera formado otra familia, por lo que ya se había mentalizado para aceptarlo sin hacerse ilusiones, y conformarse con recuperar su amistad. Pero la respuesta dio alas a su aturdido corazón.

—Laura, ¿por qué vas a renunciar a tu empleo? —preguntó Sergio a la transfigurada Laura.

Laura no estaba preparada para que le hiciera esa pregunta y no supo qué responder, a menos que le revelara la causa, pero tenía miedo de echar por tierra todo lo que habían ganado en su reencuentro en aquellas 24 horas. Él no encontraría justificado su comportamiento, que ni ella misma lo justificaba. Permaneció en un tenso silencio.

«Tal vez deba afrontar los hechos —pensó—, y confesarle la verdad, porque más tarde o más temprano lo sabrá».

Su ex-marido esperaba una respuesta, pero no quería presionarla.

—Si no quieres no necesitas responder a mi pregunta. Supongo que tendrás tus razones…

—Sí, las tengo —reaccionó Laura, decidida a poner fin a aquella angustiosa situación. ¡Ellos son la causa de mis problemas con Nina!

—No lo entiendo.

—¡Tal vez lo entiendas si te muestro una página en Internet—. Laura estaba dispuesta a poner fin a su angustia, y enseñarle las fotografías pornográficas que su jefe había vendido a un portal de Internet. Sabía que sería el final de aquel esperanzador reencuentro, pero era inútil tratar de ocultarlo.

—¡Sergio, Nina se escapó porque descubrió algo de mi comportamiento que la escandalizó!

—¿Y qué es lo que descubrió?

—¡Ahora lo verás tú mismo!

Laura encendió el móvil y se conectó a Internet. Escribió la dirección del portal donde habían publicado sus fotografías y, a pesar de sus temores, pulsó la tecla de acceso. Pero no apareció la temida página, sino un aviso de que aquel portal había sido cerrado por orden judicial.

—Y bien, Laura, ¿qué es lo que me deseabas enseñar?

—No comprendo, no se puede acceder a esta página. La han cancelado! Pero aquí había unas fotografías…

—¡Pornográficas! —interrumpió Sergio—. Creo que sé dónde están esas fotografías. Están aquí, en este lápiz de memoria.

Laura estaba confusa y avergonzada. ¿Cómo podía su ex-marido tener una copia de aquellas fotos pornográficas?

—¡No comprendo! ¿Cómo tienes tú mis fotografía?

—Ahora soy fiscal del Estado, y me ocupo de los delitos en Internet. Ese portal había incurrido en un delito de pederastia, y lo hemos cerrado, y también hemos secuestrado las últimas ediciones de su revista. ¡Ya no hay fotografía tuyas en ningún sitio!

—Entonces, ¿tú has sabido todo el tiempo por qué había huido Nina?

—¡Sí, lo sabía! Solo quería saber si tú aceptabas tu culpa y estabas dispuesta a rectificar. Has sido muy valiente al quererme enseñar esas fotografías.

Laura estaba a punto de romper a llorar, cuando su ex-marido la cogió de la mano y se acercaron a la orilla del mar.

—¡Tu pasado ya no existe! —y lanzó el lápiz de memoria al mar—, solo los peces tendrán conocimiento de su existencia! Ahora ya puedes alzar la cabeza y mirarme cara a cara sin nada de qué avergonzarte.

Laura se abrazó a su ex-marido y no pudo evitar el llanto, ¡pero ahora era de felicidad!

—Laura, Nina nos necesita reconciliados; pero nosotros la necesitamos a ella todavía mucho más, porque ella ha hecho posible nuestra reconciliación.

—Tengo una idea, voy a comprar dos helados de vainilla y chocolate ¡si me prometes que te volverás a casar conmigo!

El sonido del móvil interrumpió el emotivo reencuentro.

—Debe ser de Nina, ¡gracias a Dios que ha contestado!

Abrió el mensaje, pero la respuesta no la había escrito Nina, sino Sofía.

«Estimados padres de Nina. Me llamo Sofía, soy una viuda con cuatro hijos, pero tengo una buena posición económica. He sido yo quien ha acogido a vuestra hija Nina y a su amigo, Nano. Están pasando unos días en una casa de campo, no lejos de esta localidad. Les adjunto unas fotografías que les hice en esta casa. Sería importante que vinieran a mi casa y hablásemos de su hija, porque no puede hacerse por teléfono. Esta es mi dirección… Espero su respuesta. Un afectuoso saludo, Sofía.»

Comentarios