18. El SMS




Laura y su ex-marido madrugaron para preparar el plan de búsqueda de Nina. Consultaron un mapa y decidieron que empezarían la búsqueda por la primera localidad costera de cierta importancia, al norte de la capital, donde tuvieran parada los autobuses.

—Si viajan en autobús deben de estar en alguna localidad donde tengan parada. Empezaremos por informarnos de todos los autobuses que se dirijan hacia el norte y al sur, porque no creo que se alejen de las localidades de la costa. Tal vez encontremos alguien que los haya visto subir al autobús y nos oriente en qué dirección buscar.

Laura hizo su equipaje con todo sus enseres y los que había dejado Nina, porque creía que ya no volverían a ese apartamento. Al recoger un sujetador de Nina, volvió a sentirse culpable. Su hija se había convertido en una mujer sin que ella se diese cuenta, y había descuidado su relación personal con ella. Siempre la consideró una niña, a quien no se le podían confiar ciertas cosas, porque no las entendería. Pero ahora se daba cuenta de que era ella la que no las entendía, como la inocencia, la lealtad o el afecto maternal. No solo había sido una mala madre, sino además una estúpida, incapaz de distinguir lo que está bien y lo que esta mal.

Acudieron de nuevo al restaurante para desayunar y vieron al nuevo chico encargado de las hamacas.

—¡Buenos días, joven —le saludaron.

—Buenos días, señora —le respondió acercándose a la terraza del restaurante—. Me alegro de verla, porque después de que usted se fuese, recordé que Nano me dijo que tenía intención de encontrase con unos colegas suyos en alguna de las localidades del norte, pero no sabía en cuál podían estar.

—Gracias, eso nos será de gran ayuda.

El chico volvió a su trabajo en el bar de la playa y Laura comentó con su ex-marido la nueva información.

—¡Ahora ya sabemos dónde tenemos que buscar!

De pronto, sonó el tono de un SMS, y a Laura le dio un vuelco el corazón, porque algo le decía que tendría que ver con su hija. No esperaba mensajes de nadie, sobre todo a esas horas de la mañana. Buscó nerviosa el móvil que había guardado en el bolso revuelto con otros objetos personales, y, tras una angustiosa búsqueda, por fin pudo leer el mensaje de Nina. Su ex-marido tampoco podía disimular su ansiedad por conocer el contenido de aquel inesperado mensaje. Laura lo leyó y se dejó caer sobre la silla, como si hubiera perdido la fuerza para mantenerse erguida.

—¡Es de Nina —exclamó—. Dice que no me preocupe por ella porque está bien!

—¿No dice dónde está?

—¡No, supongo que no quiere que lo sepa! ¡Gracias, Nina, por haber tenido compasión de tu madre! ¡Al menos ahora sé que no les ha sucedido nada que tengamos que lamentar! ¿Qué crees que debemos hacer? —preguntó a su ex-marido.

—No voy a regresar sin saber dónde está y haber podido hablar con ella.

—Nina no sabe que estás aquí. Ella te adora, y te hará caso de lo que le pidas.

—Déjame el móvil, le enviaré una respuesta.

—¿Pero, qué haremos si regresa? Conmigo ya no querrá vivir, y ahora no es el momento de hacer cambios...

—Laura, Nina volverá contigo si se lo pido yo.

—Pero, ¿de qué viviremos? ¡Voy a renunciar a mi empleo!

—¿No soy su padre? ¡Yo os mantendré!

—No merezco que hagas eso por mí, tú no sabes lo que ha sido mi vida en estos últimos diez años. ¡Si lo supieras me aborrecerías!

—Laura, ahora tenemos que pensar en Nina y en su futuro. Después ya tendremos tiempo de ocuparnos de nosotros mismos. No quiero saber nada de lo que has hecho todos estos años, ahora eso no es importante.

—¡Pero yo me siento culpable de nuestro divorcio!

—No, los dos somos culpables. Me casé contigo porque eras una mujer alegre y divertida, ¿qué derecho tenía a amargarte la vida con mis preocupaciones? Yo fui la causa de nuestra separación… Pero ahora no es el momento para confesar nuestros errores, porque Nina es la víctima inocente. Es necesario que recupere la confianza en nosotros, lo demás no es importante.

—¿Y cómo lo conseguiremos?

—No lo sé, pero le enviaré un mensaje y la rogaré que me permita verla y hablar con ella.

—Esta bien, toma el móvil y envíale ese mensaje. ¡Quiera Dios que te escuche!

El ex-marido escribió su respuesta:

«Mi querida Nina, soy tu padre quien te envía este mensaje y te ruego que me permitas verte para hablar sobre los motivos que te han llevado a separarte de tu madre. Sabes que te quiero y no deseo verte sufrir. ¿Lo harás por mí?»

Leyó el mensaje a Laura y lo envió.

—¿Crees que accederá a verte?

—Eso espero, ¡no tiene motivos para negarse!

Comentarios