26. El mareo




Nina y Nano despertaron al día siguiente eufóricos por haber concluido la composición de las tres primeras canciones que ellos consideraban muy inspiradas, y se tenía con el estado de ánimo necesario para componer otras con la misma inspiración.

Antes de desayunar, comentaron lo que harían aquel nuevo día, que prometía ser tan creativo como el primero. Se habían propuesto componer suficientes temas como para completar las necesarias para grabar un compacto, que enviarían a la discográfica.

—Otro gran día, Nina, espero que estés tan inspirada como ayer —comentó Nano, jugando con los lebreles, que parecía pedirles que volvieran a dar un excitante paseo.

—Hoy no tengo humor para temas románticos. Hoy me siento más viva que nunca, y eso es precisamente lo que ya me está rondando la cabeza, una alegre canción de gracias a la vida…

—Eso me recuerda a una cantautora argentina.

—¡Violeta Parra! —le interrumpió Nina—. Recuerdo los preciosos versos:



«Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo...».


¿Crees que yo puedo llegar a ser algún día tan popular y buena cantautora como ella?

—¡Vas camino de conseguirlo!

—Nano, vamos a ponernos los bañadores, porque hoy quiero empezar el día con un buen chapuzón en la alberca, eso me inspirará.

—¡Una excelente idea!

Bajaron a la alberca, siempre precedidos por los ágiles lebreles, y Nina se adelantó entrando es las cristalinas y frías agua

—¡Está helada, Nano, pero me gusta! ¡Vamos, no seas friolero y entra tú también!

—Nina, no tengo tantas ansias de vivir como tú, no sé si soportaré el agua fría...

—¡Nano, ya me has dado la idea para una nueva canción! Escucha:



Doy gracias a la vida,
porque me ha dado la esperanza,
la ilusión y la confianza.
La pasión y la inocencia
la virtud y la tolerancia.
La juventud y la nostalgia.
la poesía y el canto.


Doy gracias a la vida,
porque me ha dado el recuerdo,
la felicidad y la alegría,
el sueño y el encanto,
la simpatía y la bondad,
el amor y la amistad.
La amabilidad y la cortesía


Doy gracias a la vida
porque me ha dado el placer de los sentidos,
el olor de los perfumes,
el sonido de la música,
la imaginación de los cuentos
la fantasía de los sueños
y la visión de la belleza.


Nina sintió que aquellos sencillos versos habían surgido de lo más profundo de su alma, porque hablaban de ella y de sus deseos de vivir y ser feliz haciendo lo que le apasionaba.

—¿Ha sido el agua fría la que te ha inspirado? —le preguntó Nano, sin disimular su admiración.

—No, Nano, han sido el color verde-mar de tus ojos, ¡como todas las demás!

—¡Conseguirás que me ruborice! Nina, tal vez sea este el momento más adecuado para hacerte esta pregunta. Sé que somos buenos amigos, y todavía mejores colegas, y que nos entendemos perfectamente, pero ¿me deseas también como amante?

Nina se sobresaltó por la pregunta de Nano. Después de la dolorosa experiencia en la playa empezaba a sentir aversión por cualquier alusión a la sexualidad. Ella sentía que se estaba volviendo insensible y hasta frígida, y no tenía ningún deseo de volver a hacer el amor. Ahora comprendía las veladas alusiones de Nano sobre sus relaciones. No; no podía ver a Nano como un amante, porque no deseaba tener ningún amante. Pero necesitaba tenerle a su lado, y no podía hacerle sentirse indeseable. Nano esperaba una respuesta y ella no podía mentirle. Tras unos angustiosos instantes de duda, encontró la única respuesta posible:

—Nano, recuerda lo que prometimos a Sofía. Es más prudente no hablar de este tema mientras estemos viviendo en su casa. ¿Estás de acuerdo?

Nano sabía que la respuesta había sido «No». Lo supo desde el mismo día en que la conoció. Nina le admiraba, pero no le deseaba, como había deseado a su compañero de clases de música. Sin duda que la causa de su creciente frigidez era la consecuencia de este conflicto, para el que no había solución. Nano no tenía más opción que aceptar los hechos y resignarse a ser una hoja de papel pautado, como había comentado en alguna ocasión. Después de todo el culpable había si él, por invitarla a cantar en el piano-bar y colaborar en su éxito con su estímulo y sus arreglos, para el que no estaba preparada. Nano tenía la triste sensación de que para Nina él seguía siendo el chico de las tumbonas que tocaba bien la guitarra, del que le atraía tan solo el color de sus ojos, motivo de inspiración de su primera canción.

—Claro, Nina; estoy de acuerdo.

—Entonces un buen baño de agua fría te sentará bien. ¡Ven, no seas friolero y bañate conmigo!

La conversación de la alberca había conseguido ensombrecer el entusiasmo con el que se habían despertado, y regresaron en silencio a la casa.

La anfitriona les preparó el desayuno, pero Nina apenas bebió una taza de café. La expresión de su rostro denunciaba un súbito malestar. Incluso había perdido el color rosado y saludable de las mejillas. La mujer temió que pudiese estar enferma, porque el día anterior había comido con avidez.

—¿No se encuentra bien? —le preguntó alarmada.

—Sí, Oana; solo es un ligero mareo, debe ser por el baño en la alberca. ¡El agua estaba muy fría!

—Es extrañó, porque el agua fría más bien le estimula. ¿No le sentaría mal el misi que comió anoche? Tal vez se excedió con la cerveza, y es por mi culpa. ¡Pero esta mañana parecía muy animada!

—No es nada, ya me está pasando.

Nano también se alarmó, porque le parecía que aquel mareo debía tener una causa, y no podía imaginar cuál podía ser.

—Nano, me gustaría comer fresas. ¿Dónde podríamos comprar fresas?

—Nina, estamos en el campo, aquí no hay supermercados ni fruterías. ¿Dónde podemos conseguir fresas en este lugar? Nina, ¡no será un antojo!

—No lo sé, Nano, pero tienes que ir a buscar fresas.

De pronto, Nina sintió nauseas y ganas de vomitar, y no pudo disimular más los síntomas.

—Nano… ¡creo que estoy embarazada!

—¿Estás segura, Nina?

—¡Sí, estoy segura, tengo todos los síntomas de un embarazo!

—¡Tu compañero de clase!

—¡Sí, Marc!

—Nina, no sé si debo felicitarte o compadecerte.

—Mis padres no deben saber nada. Tengo que abortarlo. Nino, ayúdame. Tenemos que buscar a un ginecólogo que practique abortos y no haga preguntas.

—No es tan sencillo, Nina, solo tienes 15 años, no podrás abortar sin el consentimiento de tus padres.

—¡Dios mío, en que lío me he metido por causa de aquella maldita noche! ¡No puedo tener un hijo a los quince años, y renunciar a mis ilusiones y proyectos!

—¿No crees que debería saberlo el padre?

—¿Quién, ese estúpido y engreído de Marc? ¡No, Nano, él menos que nadie!

La anfitriona de la casa no había estado presente durante los primeros síntomas. Cuando regresó con más café, Nina volvió a tener nauseas y vómitos. La mujer rumana reconoció los síntomas de embarazo y se atrevió a preguntar a Nina:

—¡Válgame Dios, niña¡, ¿no estarás embarazada?

Pero Nina no pudo responder, porque continuaban las nauseas. Nano creyó que debía encubrirla, y no dudó en negarlo.

—No; seguramente es algo que le habrá sentado mal.

—¡Usted debe saberlo mejor nadie!

—Precisamente por eso, puedo asegurar que Nina no puede estar embarazada.

—Comprendo… Le haré una infusión de unas hierbas que le sentarán bien.

Cuando la mujer entró en la casa, Nina reaccionó.

—Gracias, Nano, esto tiene que ser nuestro secreto.

—¿Hasta cuándo, Nina?

—Hasta que consiga abortar y termine esta pesadilla. ¡Tenemos que salir de esta casa…!

—¿Y dónde iremos?

—No lo sé, Nano, no puedo pensar con claridad. ¡Piensa tú por mí!

—Nina, tienes que afrontar los hechos, esto no es un juego; tu madre tiene que saberlo. Solo ella puede ayudarte.

—Si tengo que volver con mi madre, quiero pedirte algo muy delicado, y puedes negarte si no lo aceptas. No quiero que nadie sepa que estoy embarazada de Marc. ¿Podrías asegurar que es tuyo?

—Nina, ¿me pides que convenza a tu madre para que autorice tu aborto?

—Sí, Nano, te lo ruego…

—¿Sabes lo que significa lo que me estás pidiendo?

—¡Lo sé, Nano, pero no quiero que nadie sepa quién es el padre, porque le odio y no quiero que se entrometa en mi decisión de abortar. Si tú te haces responsable todo será más sencillo. Mi madre te aprecia y le será más fácil aceptar el aborto.

—Nina, esto no es cantar a dúo. Me pides que sea complice de tu aborto.

—Sí, Nano, y sé que es una difícil decisión, pero tú eres mi mejor amigo y necesito tu ayuda.

Nano permaneció en un dramático silencio. Estaba tratando de imaginar las consecuencias de lo que le pedía. Pero si no accedía Nina sería mucho más desgraciada y él sentía un gran afecto por ella y no quería verla sufrir.

—¡Esta bien, Nina, haré lo que me pides. Supongo que es en estas pruebas como se comprueba el valor de una amistad.

—¡Gracias, Nano, sabía que podía confiar en ti!

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